lunes, 5 de agosto de 2013

La primera hermandad de Sevilla (Vera-Cruz)




El Santísimo Cristo de la Vera Cruz es una escultura realizada en madera policromada, de 1,35 m de alto. Se cataloga como obra anónima sevillana de la primera mitad del siglo XVI. Es un Cristo muerto que se fija al madero con tres clavos. En origen debió itinerar en una cruz alzada por tres sacerdotes. Es la imagen cristífera más antigua que procesiona en la Semana Santa de Sevilla. Morfológicamente puede relacionarse con algún artífice del círculo de Roque de Balduque. Entre ellos, despunta Antón Vázquez, autor del interesante Cristo de la Vera Cruz de Arcos de la Frontera (Cádiz), fechable hacia 1540. Durante el año se encuentra en el Altar Mayor de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús de Sevilla.

El Crucificado de la Vera Cruz de Sevilla ostenta rasgos estilísticos que lo acercan más al sentimiento goticista que al puramente renaciente. En efecto, rasgos dramáticos se acentúan en detrimento de una interpretación naturalista de la anatomía. Razón por la que sus formas entroncan conceptual y técnicamente con la producción hispalense de la etapa final del gótico, aun cuando se observan tímidas aproximaciones a fórmulas renacentistas en la composición del cuerpo y del sudario. El dramatismo del rostro, de progenie medieval, se acentúa con la corona de espinas talladas sobre la cabeza.
La advocación del Santísimo Cristo de la Vera Cruz responde a una antiquísima y sugestiva tradición. Bástenos recordar que la Cruz fue ya para los primeros cristianos un signo irrenunciable, porque así aparece en la predicación primitiva y muy especialmente en los textos de San Pablo. En la Epístola a los Gálatas, por ejemplo, reclama con orgullo: “a mi líbreme Dios de gloriarme, sino en la Cruz e Nuestro Señor Jesucristo, en la que el mundo está crucificado para mí, y yo lo estoy para el mundo” (Gal 6,14)
En principio la cruz paleocristiana, de signo griego, compendia armónicamente la muerte y resurrección del Señor. Después, al insistirse en la Pasión y Muerte de Jesús, la Santa Cruz se interpreta como patíbulo de martirio.

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